Facebook

Esa red social que tiene a más de uno enganchado a los continuos vídeos de cosas "sorprendentes" y/o "espeluznantes". Pero claro, hay que compartir el vídeo antes de poder verlo, no vaya a ser que alguien se lo pierda.

Fue de mis primeros contactos con el mundo de la sociedad virtual; cuando todos mis amigos tenían tuenti, yo tenía facebook. Y no me molestaba demasiado. Tenía otros métodos bastante más efectivos para comunicarme con mis amigos y así obvié esa moda de etiquetar fotos hasta los topes de filtros y con muchos dibujos de corazones y de "A.P.S" de colores a cada cual más extravagante.

A lo que iba.

Después de un día entero metida en las entrañas de mi facultad, vagando entre las salas de estudio y el aula de cultura, volví a mi casa hace apenas un par de horas y no me ha dado tiempo más que para cenar y ducharme. Tras esto llega ese maravilloso momento en el que siento que no tengo nada que hacer (imaginaciones mías) y que puedo tirarme en el sofá a ver lo que sea que estén viendo mis padres en un intento desesperado de mejorar un poco las relaciones paterno filiales ya que últimamente, entre estudios y salidas, apenas los veo. Pero resulta que están viendo Fringe, una serie de la cual sólo he podido ver tres temporadas ya que tras el inicio de curso todo mi universo de series frikis se fue al traste. Pero ellos la siguen viendo y yo ya he perdido el hilo, con lo cual me parecía estúpido sentarme con ellos.

Así que me he metido en mi cuarto. Y he encendido el ordenador. Y entre notificaciones de todo tipo, ahí estaba ese dos entre paréntesis en la pestaña del facebook. "Cumpleaños o invitaciones al Candy Crush" pensé y revisé todo lo demás ya que no me interesaba lo más mínimo lo que facebook tuviera que notificarme. Pero después de dar la vuelta de rigor por gmail, twitter, instagram, spotify y blogger, las notificaciones de facebook seguían ahí, así que decidí meterme sólo para darle a ese maravilloso botón de "marcar todo como leído".

Cuál fue mi sorpresa cuando, justo enfrente de mis ojos, apareció un mensaje que ocupaba media pantalla y que me mostraba fotos muy familiares y aquel mensaje. Sois amigos desde hace seis años. ¡Seis años desde que le mandé aquella petición de amistad! En un principio no me lo creía, no podían haber pasado seis años. Al momento caí en la cuenta de que lo que aquel mensaje me decía no era verdad. Llevábamos siendo amigos mucho más tiempo, la cuestión era si J. y yo seguimos siendo amigos ahora, después de todo lo que pasó, después del rencor, de las lágrimas y los besos, ¿seguiremos siendo amigos?

No lo sé. Quiero creer que sí, yo estaría dispuesta a hacer lo que hiciera falta por él, aunque me llamara la atención que me pidiera ayuda, seguiría haciendo lo que fuera si lo necesitara. Sin embargo, tengo la sensación de que él no estaría tan dispuesto, y no lo culpo, no me debe nada después de tantos años, pero me da pena que, después de todo, yo tuviera razón al pensar que si manteníamos una relación y ésta acababa, también lo haría nuestra amistad. Era un gran amigo y me duele que ahora nos tratemos como a desconocidos después de haber pasado por tanto juntos. Este año ni siquiera nos felicitamos por nuestros respectivos cumpleaños.

El año que viene lo haré, por si acaso.

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