Donde duerme Totoro

Quiero cambiar, sé cómo y lo voy a hacer, empezando por ti.

¿De qué me sirve llorar si realmente no hay motivo, pensar que podrías estar aquí cuando no estás? Hacía ya tiempo que no sentía las lágrimas brotar de mis ojos y avanzar poco a poco hasta el suelo. "Queda con otro", pensé, pero sabía que no quería quedar, que necesitaba marginarme en el futón durante un rato, al menos para recomponerme del simple hecho de que me habías dejado plantada. Puede que no intencionadamente, pero aun así hora y media de espera no se olvida así por las buenas. Mamá diciendo "date prisa y desayuna que te va a pillar otra vez en pijama". No me pillaste en nada. Y sin embargo al final me alegré de que no vinieras, y después quieres que te saque del grupo cuando hablo de los chicos en general. ¿Cómo voy a hacerlo si eres el paradigma perfecto?

Uno... dos... tres días para nochevieja, y me da igual. Recuerdos de simples conversaciones. Prepotencia de unos, impotencia de otros. Mínimo hasta las once y media. Perdida por el centro sin saber cómo volver. Collettes para veinte y más. Una más y se acabó.

Quizás desde el principio estuviéramos predestinados a no poder ser amigos. Lo intentamos una y otra vez, pasándonos incluso de la raya, los dos, pero terminas enfadándote conmigo por alguna estupidez que cometo sin darme cuenta, y... puf, dos semanas sin hablarnos hasta que decides volver a dirigirme la palabra aunque yo ya lo hubiera hecho a los dos días. No lo entiendo. Tan difícil no puede ser mantener una amistad durante algo más de una semana, y sinceramente no quiero tener que pasar por esto una y otra vez. Rompamos la rutina, seamos radicales, insúltame todo lo que te dé la gana pero a fin de cuentas háblame. No puedes cambiarme, seguiré escribiendo y después pensando, creo que esa es la razón de tanto enfado, pero no puedo evitarlo, y quiero seguir siendo tu amiga, porque, después de todo, eso es lo importante, ¿no?

Después de un día entero contigo, no ha pasado ni una hora desde que cada uno se fue por su lado y ya te echo de menos.

Mañana hará dos años desde que realmente empezó todo. La segunda conversación que tuvimos por chat, con Yago, cuando le dije que le odiaba y dio la impresión de que realmente me lo creía. Y pensar que, dos años después, estaría deprimida por culpa de una chica a la que ni siquiera conozco pensando que puede sucumbir a sus encantos como hice yo. Pero él dice que está bien conmigo, ¿y eso de qué es garantía exactamente? Sólo necesito una prueba de que realmente me necesitas, de que quieres estar conmigo y nadie más, y seré tuya para siempre, pero al menos un prueba de fe, tan difícil no tiene que ser, teniendo en cuenta lo niña que soy, que me dan un palo y soy feliz.

Realmente asusta lo idiota que puedes llegar a ser. Resulta algo sarcástico que tú, que eres la persona que mejor me conoce, no te des cuenta de lo simple que puedo llegar a ser. Sólo un abrazo, un beso, un gesto de cariño, y lo habría olvidado todo, no estar todo el rato preguntándome que me pasaba, cuando lo sabías perfectamente. Estaba enfadada, ¿para qué necesitabas más detalles? No hacían falta, sólo con mirarme cualquiera se daba cuenta, pero siempre haces lo mismo, un esquema que se repite una y otra vez.

Aquí estoy con el subnormal que tengo por novio, intentando pasar un poco de él, pero es tan pesado que no para de mirarme, y si viera esto... se cagaría por la pata abajo seguro, idiota. Está aburrido, lo sé, pero es tan cabezota que no quería abrir una puta puerta, y no estaba tan lejos, ni mucho menos. Seguramente ahora esté deseando irse a casa de Miguel o algo similar, con tal de dejar de verme. Es tan irónico, y después me pregunto porqué le quiero, si realmente lo sé perfectamente. Me encanta esa manera que tiene de soportarme, fingiendo indiferencia y mirándome, en realidad es algo que no tiene sentido, pero me gusta, al fin y al cabo, las cosas más importantes no tienen sentido.

Intento meterme en tu cabeza una y otra vez, convencida de que hay algo más que lo que me cuentas. Siempre hay algo más, ¿por qué nadie lo admite? Quizás sea yo la paranoica, y todos cuentan la verdad y sólo la verdad, pero personalmente me niego a creerlo, y me da igual lo que digas, siepre hay algo que no me cuentas, no hace años desde que me mentiste por última vez. No quiero que mañana se lleven el ron y la coca-cola no por mí, he estado tantas veces en esa situación que sé controlarme perfectamente, sino por ti y lo que pueda suponerte. Tantas veces que te he pedido y suplicado que no volvieras a tocar un vaso con alcohol y ahora vuelvo a tener miedo a que lo retomes, estando yo presente sintiéndome tan impotente como siempre, pero claro, tampoco puedo obligarte a no hacer nada que quieras hacer, pero si al final los yonkis de Yago y Miguel traen de todo, y decides unirte a ellos... no esperes que esté allí contemplándote callada y sumisa mientras que vosotros os ponéis hasta lo

La gente habla de amigos; yo hablo de enfados con amigos. La gente habla de desamor; yo hablo de lo raro que puede llegar a ser el amor. La gente se inventa historias; yo cuento mi vida, aunque sea más aburrida. La gente dice que sólo hay un mejor amigo; yo pienso que no podría elegir cuál sería. La gente cuenta que es lo que siente cuando se besa; yo cuento cómo se llegó a ese beso. La gente prepara mucho antes lo que va a escribir; yo lo pienso mientras estoy en la cama y al día siguiente ya se me ha olvidado. La gente habla de lo que les atemoriza; yo cuento mis sueños (ya sean reales o ficticios). La gente tiene una idea muy elaborada de lo que supone escribir. Todo tiene que ser perfecto, todo tiene que estar bien escrito, todo tiene que estar perfectamente unido para que tenga sentido y quien lo lea (que la mayoría de las veces no es mucha gente que digamos) lo entienda tal como la persona que escribe quiera; yo, simplemente, escribo.

Del mismo modo que nos vuelve ciegos a las imperfecciones de los demás, el amor magnifica también las que detectamos en nosotros mismo. Pero si esto es cierto, entonces también lo ha de ser lo contrario. Podemos consolarnos pensando que nuestras faltas serán invisibles para quien nos ama. El éxito o fracaso de toda relación no depende solamente de lo que uno siente por el otro, sino de lo que uno hace que el otro sienta hacia uno mismo.

Estaba calentita, a gusto, confortada, cómoda, no tenía frío entre sus brazos. Notaba a través de mis múltiples capas de ropa como me abrazaba, y no quería que se fuera. Más que ningún otro día, necesitaba que se quedara conmigo, y que su calor envolviera mi cuerpo durante horas y horas. Sin embargo, poco a poco fue separándose de mí y se puso a andar en dirección a la estación de autobuses. Me fui resignada hacia casa mientras que el mortal viento se estampaba contra mí y contra todos los que estaban en la calle.

Siempre esperando el sonido del timbre del instituto...

Ja, cualquiera que viera el otro blog diría que estoy un poco bastante loca... aunque viendo este también se nota...

Sólo hace falta un parque a oscuras y un banco más sucio que limpio para pasar un rato perfecto no, lo siguiente.

¿Será muy difícil comportarse como un chico? Parece que no.  Después de una (otra) bronca con el chaval que se supone que tengo por segundo mejor amigo, he decidido no darle importancia. Total, ¿le importa a él? Lo dudo mucho. Ya es algo inevitable, parece que por mucho que lo intentamos no podemos ser amigos, y él tampoco está poniendo mucho de su parte por intentar remediarlo, pues que no pretenda que lo intente yo más. Me cae muy bien, y según me ha dicho yo también a él, y por eso intentó arreglar todas las peleas que tuvimos... ¿¿perrrdooonaaa?? Primera noticia que tengo, si lo más que hizo fue pedirme perdón y como no acepté sus disculpas se volvió a enfadar. Chaval, deja de tragarte tu orgullo que no tenemos edad para tener de eso todavía, y perdona que te diga, pero te enfadas mogollón por mucho que digas lo contrario. No es normal el mosqueo que coges porque te diga que estrepitosamente es con s en vez de con x .

Sé que te resulto indiferente. Y que nunca he merecido tu atención. Aunque no lo puedas decir. Me quieres... a veces.

Sigo escribiendo. ¿Por qué cada vez que estoy triste escribo? No lo sé, creo que así no pienso en ello, aunque siempre escribo sobre el problema en cuestión. No creo que tenga el valor suficiente como para enseñarte esto, o el anterior. Puede que dentro de unos años sí, y nos reiremos de lo idiotas que éramos, o que no vuelvas a hablarme... todo menos eso, por favor. No quiero tener que soportar el dolor de la enemistad. No eres mi archienemigo, como mucho lo será Antonio, ya que tenemos esa tendencia a enfadarnos continuamente. Contigo nunca me enfadaba, nunca... hasta que llegó él, y no te das cuenta de lo mucho que has cambiado, de lo mucho que él te ha cambiado. Cada paso que te acerca él te aleja de mí, y no quiero que eso pase. No. "Uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde" dicen las malas lenguas por ahí. Aún no te he perdido, quiero creer que no te he perdido, pero no me gusta no hablar contigo, y menos durante dos días seguidos, es demasiado. ¿Por qué

Una cosa que no entiendo... ¿por qué coño tiene la gente que mentir? No hay porqué ocultar un secreto, no hay porqué hablar a escondidas, no hay porqué atribuirse el mérito de descubrir algo que otro te ha escrito por otra ventana, no hay porqué engañarse a si mismo sobre lo que de verdad somos, lo que queremos o lo que odiamos. Simplemente, enseñárselo al mundo, no hay nada de malo. Es una pena darse cuenta de esto último demasiado tarde. Hay a quien le pasa.