Navidad

La Navidad es, esencialmente, una fiesta para estar con la gente a quien quieres. Quizás este concepto esté algo atrofiado en mi cerebro y por eso no identifico la idea de irme con mi familia a lo que debería ser una Navidad feliz. A mi familia la quiero, por supuesto, pero son demasiados como para que me sienta cómoda entre tantísima gente a la que solo veo una vez al año. Así que me encuentro como todos los años: deseando estar en otro sitio. Deseando algo tan nimio como tener coche para poder huir de lo que, presumiblemente, va a ser una noche triste.

Se han juntado muchas cosas, eso también es cierto. Había deseado con todo mi ser celebrar estas Navidades con él, en su casa, con su familia, una familia a la que soportaba bastante más que a la mía (y eso que tienen un nivel de ruido bastante parecido) y claro, por mucho que intente evitarlo esa posibilidad sigue rondando por mi cabeza por mucho que hayan pasado meses desde que se esfumara la susodicha posibilidad.

Tengo miedo a dormir de nuevo sola en la noche de Reyes, cuatro años después. Querría rebanarme la cabeza pensando cuál sería el regalo perfecto de nuevo, para terminar comprando comida a última hora. No quiero dormir sola otra vez, aunque mi cama nueva haga mucho ruido y sea tremendamente incómoda.

No quiero estar sola. Y no lo estoy. Soy plenamente consciente de ello. Pero hay demasiadas variables y demasiados huecos que rellenar en muy poco tiempo como para que en dos semanas pueda dejar de sentirme tan mal conmigo misma. Así que, por un año, no quiero fiestas, no quiero familia (bueno, hay que admitir que esto nunca lo he querido), no quiero regalos ni quedadas especiales. Solo quiero escapar de aquí y no tener que relacionarme más que con quien yo elija querer relacionarme. Nada más.

Comentarios