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Es curioso. Es curioso cómo el amor cambia. Es curioso cómo el amor
te hace hacer cosas que probablemente nunca pensaste que harías. Es
curioso cómo el amor te hace ver cosas de ti que jamás habías visto.
Quizás, siendo ya un poco más específicos, me asombra todo lo que he descubierto gracias a amar... y sobre todo gracias a no ser amada. Siempre me creí una persona relativamente fuerte, de esas que pueden con casi todo, de las que no necesitan ayuda y lloran en su cuarto para no mostrar ni un atisbo de inseguridad. Esto último nunca me ha salido demasiado bien.
Y sin embargo me encuentro pidiendo ayuda desesperadamente. Porque estoy sufriendo y ya no sé qué hacer para intentar evitarlo. Aunque algunas veces pueda parecer que incluso disfruto del sufrimiento, lo cierto es que estoy un poco harta de él. Así que necesito ayuda. No negaré que lo he intentado por activa y por pasiva, que he intentado mirarme al espejo y creerme guapa, he tratado de abrirme a los demás y he pedido a cualquier dios que me escuchara que dejara de cargarme con este sinsentido que es mi cerebro.
Pero esto viene de muy atrás. No llevo nueve meses así como mi madre cree, llevo así más de siete años. Cuando todo esto empezó a rondarme por la cabeza, cuando vi que no era capaz de olvidar a nadie, cuando empezaron los sueños que me hacían replantearme la realidad. Ha habido momentos de descanso, eso es obvio (no va a ser toda mi adolescencia un pozo negro de tristeza) pero incluso cuando me creía la persona más feliz de la tierra me atormentaba el pasado, las posibilidades, la necesidad de un cariño que no era ni mucho menos mejor que el que recibía.
Y todo lo que necesitaba era tocar fondo. Ser consciente, por una vez, de que solo hay una realidad. Ser consciente de que me quieren y yo no ser capaz de dar lo mismo que recibo porque me empeño en dar a quien no quiere recibir. Sentir que de un momento a otro se me van a secar los ojos de tanto llorar.
Así que aquí me hallo. Pidiendo ayuda para no hundirme más en la miseria, para intentar ser plenamente feliz, aunque sea durante un ratito, para poder quererle como se merece.
Quizás, siendo ya un poco más específicos, me asombra todo lo que he descubierto gracias a amar... y sobre todo gracias a no ser amada. Siempre me creí una persona relativamente fuerte, de esas que pueden con casi todo, de las que no necesitan ayuda y lloran en su cuarto para no mostrar ni un atisbo de inseguridad. Esto último nunca me ha salido demasiado bien.
Y sin embargo me encuentro pidiendo ayuda desesperadamente. Porque estoy sufriendo y ya no sé qué hacer para intentar evitarlo. Aunque algunas veces pueda parecer que incluso disfruto del sufrimiento, lo cierto es que estoy un poco harta de él. Así que necesito ayuda. No negaré que lo he intentado por activa y por pasiva, que he intentado mirarme al espejo y creerme guapa, he tratado de abrirme a los demás y he pedido a cualquier dios que me escuchara que dejara de cargarme con este sinsentido que es mi cerebro.
Pero esto viene de muy atrás. No llevo nueve meses así como mi madre cree, llevo así más de siete años. Cuando todo esto empezó a rondarme por la cabeza, cuando vi que no era capaz de olvidar a nadie, cuando empezaron los sueños que me hacían replantearme la realidad. Ha habido momentos de descanso, eso es obvio (no va a ser toda mi adolescencia un pozo negro de tristeza) pero incluso cuando me creía la persona más feliz de la tierra me atormentaba el pasado, las posibilidades, la necesidad de un cariño que no era ni mucho menos mejor que el que recibía.
Y todo lo que necesitaba era tocar fondo. Ser consciente, por una vez, de que solo hay una realidad. Ser consciente de que me quieren y yo no ser capaz de dar lo mismo que recibo porque me empeño en dar a quien no quiere recibir. Sentir que de un momento a otro se me van a secar los ojos de tanto llorar.
Así que aquí me hallo. Pidiendo ayuda para no hundirme más en la miseria, para intentar ser plenamente feliz, aunque sea durante un ratito, para poder quererle como se merece.
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