Imposibe, improbable

Presa del pánico, se asomó una vez más a la ventana cubierta de telarañas. No era ese típico pánico con el que pegas gritos ultrasónicos, sino ese pánico al olvido, a la tristeza, que hace que se te acelere el corazón. Además, tenía miedo. A las arañas, con lo cual lo de estar rodeada de telas no es que la tranquilizara mucho. Sin embargo, no quería marcharse y dejar aquellas paredes por un periodo indeterminado de tiempo. Podría pasarse la tarde despellejándose los nudillos al golpear las paredes en busca de puertas secretas y le daría igual con tal de seguir allí.

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