A Su Ilustrísima Majestad

Sé que no tengo un culo sublime y que tampoco tengo acento valenciano en ciertos momentos, pero, si Su Majestad me permite la osadía, querría tener el valioso honor de unirme a su reino. Lo más probable es que no consiga escribir una entrada digna de su ilustre mirada, pues no soy lo que se dice delicada en este aspecto, pero al menos creo que merezco cierto reconocimiento por ser la única persona que se ríe con sus chistes malos que hacen a cualquiera caerse de la silla a causa de la risa. Nunca llegaré a ser digna de su más grata amistad, de eso ya me di cuenta hace mucho, ese es un privilegio que muymuymuymuymuymuymuy pocas personas poseen, pero no le guardo ningún recelo ya que sé que aunque fuera la primera vez que hablo con Su Majestad, ésta me respondería con toda la ternura y el cariño del mundo. Cierto es que no he podido evitar sentir algunos celos de personas que han conseguido su privilegio sin saberlo siquiera, y yo querría ser una de ellas. Usted es la Ley, la Todo, le guardo más cariño del que pueda imaginarse por todo lo que ha hecho por mí sin pedirme nunca nada a cambio. Aquella tarde fue una de las más divertidas que pasé pese a que empezara con lágrimas (sí, usted sabe, ese día entre semana grabando conversaciones con el móvil) y esa entre muchas otras, todo gracias a Su Majestad, aquella a la que siempre le estaré agradecida.

Sin más dilación me despido. Sea feliz.

PD: pese a ser republicana, puedo hacer excepciones. Usted es una de ellas. Y la única.

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