Go away

Querría hacerlo. Perderme por el mundo sin preocuparme por nada, amanecer viendo la Torre Eiffel en un ático, con un colchón sin sábanas tirado en el suelo de madera lleno de polvo. Fotos, fotos por todos lados, fotos en blanco y negro colgadas de hilos sujetadas por pinzas de la ropa. Desperezarme y oler el café recién hecho que tan poco me gusta, y sustituirlo por leche con nesquick. Me pondría un vestido gris vintage, leotardos de rayas y botas negras de piel para salir a la calle y comprar el periódico, que leería en el Pont des Arts.
O, ¿por qué no?, una casa en Londres, de la que salir con mi chubasquero amarillo a dar una vuelta viendo las ardillas de Hyde Park. O un piso microscópico en Roma, yendo todas las tardes a una tratoría diferente; o un apartamento a pie de playa en una isla griega, no sé, quiero ver mundo, sin saber de nada más.

Dicen que hay dos tipos de personas: los realistas y los imaginativos. Según dicen es mejor ser realista, pero lo cierto es que sin nosotros ellos no podrían sobrevivir a la rutina.

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