Ya estamos en otoño

Chispea, sí, una gota cae sobre mi brazo y otra sobre mi mano. No puedo evitar esbozar una sonrisa, pero esa caída sistemática de agua en muy pequeñas cantidades no podía haber llegado en peor momento, porque ella me reflejaba. En ese momento quería llorar, por muchos motivos. Jamás sabrá que aquel abrazo no se lo dí por ella, sino por mí, porque necesitaba que me perdonara todos esos abrazos que no le devolví unos años atrás, porque necesitaba que me diera a entender que aún quedaba algo de esa amistad perdida en su corazón, y tampoco sabrá que al igual que ella lloró, yo también lo hice, pero no lo suficiente como para que nadie se diera cuenta.
También quiero llorar porque me arrepiento, de muchas, muchísimas cosas. Algunas irrelevantes; otras, no tanto, pero todas hacen de mí un caos emocional. Sólo quiero ser feliz, ¿sabéis? No pido mucho. Algo sencillo, algo de libertad, algo de amor, y mucha amistad. En fin, las gotas cesaron al poco tiempo, pero mis ganas de llorar no, supongo que para eso haría falta que hubiera tormenta.

Comentarios