No me siento la nariz

Estaba calentita, a gusto, confortada, cómoda, no tenía frío entre sus brazos. Notaba a través de mis múltiples capas de ropa como me abrazaba, y no quería que se fuera. Más que ningún otro día, necesitaba que se quedara conmigo, y que su calor envolviera mi cuerpo durante horas y horas. Sin embargo, poco a poco fue separándose de mí y se puso a andar en dirección a la estación de autobuses. Me fui resignada hacia casa mientras que el mortal viento se estampaba contra mí y contra todos los que estaban en la calle.

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