Historias (casi) imposibles

La miró un instante, un micro segundo, casi imperceptible, pero ella se dio cuenta. Interceptó su mirada al mismo tiempo que hablaba con la dependienta de la tienda. Él se paró en seco delante de la puerta y ella salió corriendo a su encuentro. Se saludaron y sin darse cuenta a los veinte minutos estaban en el pequeño apartamento de él y se conocían como si fueran amigos de toda la vida. Se tumbaron en el sofá-cama y siguieron hablando, cada vez más cerca, más cerca. Hablaron horas y horas, abrieron el sofá y ella se tumbó encima suya mientras que él la abrazaba. Al rato ella miró la hora. Las siete y veinticuatro. Era imposible. Saltó de la cama mientras él intentaba comprender qué demonios pasaba. La acompañó hasta la puerta y antes de salir la agarró de la cintura impidiendo que se marchara, la apretó contra su pecho y la besó dulcemente. Susurró dos palabras casi inaudibles. Te quiero. Ella sonrió y salió corriendo.
Cuando llegó a su casa se tiró en la cama y se durmió con la ropa puesta. A las doce y siete sonó el timbre. Se asomó a la ventana y le vio con su bolsa de la compra en la mano.
Feliz, cerró la ventana y fue a abrirle.

Comentarios