Sueños inconclusos

Nota: esta entrada la iba a escribir ayer, pero por culpa de algunos no pude, así que aunque lo escriba en presente, fue ayer (ni idea de porqué explico estas cosas...).

El año pasado, en primavera/verano/otoño/parte del invierno, había días en los que por la mañana, desde la litera, me asomaba a mi cuarto. Lo inspeccionaba a fondo para terminar fijándome en el solitario futón. Nunca sabré porqué lo hacía, pero siempre esperaba poder encontrármelo abierto y con quien-vosotros-sabéis (¬¬) durmiendo en él. Lo hacía prácticamente todos los fines de semana desde el 1 de mayo, creyendo inútilmente que había vuelto a pasar la noche con él pero que no recordaba nada. Se me terminó pasando la manía, me di cuenta de que era una estupidez, si hubiera dormido conmigo me acordaría y nunca recordaba nada, y nunca estaba allí.
Hoy lo he vuelto a hacer. He vuelto a asomarme desde la litera a mi cuarto para ver si había alguien acostado en el futón. Pero había una diferencia. No quería que fuera quien-vosotros-sabéis, sino alguien completamente nuevo. Alguien que estuviera allí, justo debajo de mi cama, dormido tranquilamente, y poder sentir que ese alguien me quería y que era feliz por estar ahí conmigo. Odio los sueños, porque nunca se cumplen.

Comentarios