Nunca llegué en el momento equivocado

Te busco. Inconscientemente, sí, pero lo hago. Mis ojos buscan los tuyos sin quererlo, hasta mi miopía hace un esfuerzo por ser menos notable, y poder así tener un rango de visión mayor. Busco tu pelo enmarañado, tus camisetas heavys, el lunar de tu cuello o el de debajo de tu ojo derecho, ese que casi no se ve. Busco tus bañadores a modo de pantalón, tu móvil rallado con la música al máximo y tus converse blancas manchadas de gazpacho.
Tristemente, busco una acompañante a tu lado, una chica con el pelo largo, puede que ondulado y oscuro, no muy alta, friki a poder ser, y muy guapa. Todo lo que yo no fui, en resumen.
Me pongo las gafas, inspecciono los alrededores de la catedral, la parada del metro, el metromar lo recorro de arriba a abajo sólo queriendo encontrarte y desear que no me hayas visto, cuando en realidad sí que querría.
Eso nunca ocurre, por supuesto, y termino como empecé, buscando tus ojos en algún lugar diferente.

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