Cap. 1: polos opuestos

Esto era un gótico que se estaba comiendo un helado de chocolate con relleno de frambuesas. El chico, como tenía el flequillo a lo emo, se le metía en el helado.
Una chica lo vio, y tímida se acerca a él y le separa el flequillo del helado para chuparlo después y limpiarle los restos de chocolate. La chica le echó el pelo para atrás y se miraron a los ojos. Una chispa surgió de sus miradas y se enamoraron locamente.
-Sé que no te conozco, pero siento que me caes de puta madre y que puedo confiar en ti, así que me gustaría contarte un secreto.-dijo el chico de repente.
-Al menos dime antes cómo te llamas.
-Me llamo Pedro... ¿y tú?
-Soy Ainsa, encantada.-después de un breve silencio, añadió- y bien, ¿qué ibas a contarme?
-Es que... soy...-tomó aire para controlarse- bisexual.
-¿Y?
-Pues eso, eres la primera persona a la que se lo cuento.
-¿Y?
-Que es importante para mí.
-¿Y?
-¡Deja de decir eso o te follo!
-¿Y?
-¿Eso es una indirecta?
-No, sólo te estaba probando.-dijo ella con cierto sarcasmo-, tengo novio.
Pedro se entristeció en cuanto escuchó la palabra novio. Nunca había sentido eso por nadie, y sus posibilidades habían desaparecido al instante.
-¿Te pasa algo?- preguntó Ainsa desconfiada.
-Umm... yo creo que todo puede cambiar, ¿me permites invitarte a algo en el chiringuito?
-No creo que consigas nada, pero no voy a rechazarte una coca-cola gratis.
Los dos comenzaron a andar durante diez segundos hasta llegar al chiringuito que tenían al lado.
Después de un par de coca-colas y un paquete de patatas a medias, decidieron ir a bañarse. Cogieron el primer hueco que vieron libre y soltaron allí su ropa. Pedro llevaba una camiseta negra de AC/DC y unas bermudas que pronto tiró a la arena. Ella llevaba un pareo naranja con círculos dorados en los bordes. Se lo desató lentamente, y él contempló la escena como si fuera una película. Su silueta, su cuerpo, toda ella le fascinaba, y Ainsa terminó por darse cuenta, pero decidió seguirle el juego, así que tiró de él hacia la playa. Poco a poco se metieron los dos en el agua, pero ella rozó el pie con una bolsa y se puso a chillar y a correr hasta encontrarse con los brazos de Pedro. Se enganchó a él hasta casi subirse a sus hombros, mientras él miraba incrédulo la inerte bolsa de plástico en el agua. Ainsa la vio y poco a poco fue calmándose, pero no por ello se despegó de Pedro. Total, más ruborizada no podía estar.

Texto realizado por Laura B., Esperanza y yo en biología.

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