Ayer a las doce menos cuarto (chispa más o menos)

Lo dejamos para otro momento... sí, al final fue eso lo que pasó. Vinieron a casa, por poco me estampo contra él, y volvimos a la fiesta. Ellos, hablando; yo, deprimida y con el collar entre las manos intentando olvidar que se suponía que ese iba a ser nuestro momento, pero no lo fue, y he estado llorando, no de tristeza, sino de rabia. Quería cargarme algo, quería matar a alguien, quería suicidarme... es que queda un día, un día... es poco, demasiado poco, no puedo decirle todo lo que tengo que decirle en un día, aunque mejor me quedo callada porque no es que sea muy agradable que digamos...
Dios, es que me sentí tan avergonzada. Quedamos en que iba a ser él, estoy cansada de ser yo quien tome la iniciativa las pocas veces que la hemos tenido, ¿por qué no se atreve? Vale, es cierto, me corté bastante, pero ya podría haberme cogido de un brazo o yo qué sé, haber sido un poco romántico... que estupidez, pensar que de él puede salir una frase medianamente currada, o un gesto suave y dulce, los hombres son así, y no pude evitar enamorarme del más estúpido de todos.
Un chaval del instituto se puso a preguntarnos si estábamos saliendo. Los dos dijimos que no, jamás, pero él nos dijo que nos miráramos a los ojos. Me quedé un poco pillada... ¿qué nos miráramos?¿De qué servía eso? En fin, tampoco iba a pasar nada. Nos colocó enfrente el uno del otro y cumplimos, nos miramos a los ojos. Él me sonrió y yo... se puede decir que me desmayé de pie. El otro dijo que estaba claro, que había algo entre nosotros... ¿lo había sabido sólo con ver como nos mirábamos? Supongo que no, que simplemente era una excusa para dar por culo...

Comentarios