Reflexiones nocturnas

Estoy leyendo un libro (el segundo en tres días) y da qué pensar. Es ñoño, lo sé, es la biografía de un chaval de dieciséis años que se enamora locamente de una chavala y follan todos los días. Lo raro es que me recuerda un poco a la primera etapa que tuvimos cada uno (en diferentes años pero bueno...) (y no me refiero a la parte de follar). Según lo que me ha contado, el año pasado no hacía otra cosa que no fuera pensar en mí, y a mí (ya no tanto) me pasa lo mismo. Es lo que le pasa también al chaval. Para él la vida era esperar hasta volver a estar con ella, y a veces se le hacía insufrible tener que esperar. Para mi desgracia me identifico completamente, es muy jodido tener que admitir que no vas a poder verlo hasta el día siguiente o cuando sea. No verlo en verano es la mayor de todas las angustias, pero del dolor se aprende, por lo menos yo he aprendido, no mucho, pero algo sí. No puedo depender de él para todo. Le quiero, ya está, no tiene porqué significar nada más. Una cosa es querer, o incluso amar, y otra muy distinta agobiar. Sé que le quiero, sé que por ahora es el chico de mis sueños, pero no por eso tengo que dejarme dominar por impulsos extraños que me tiran a joderme mi propia vida si no está él conmigo en ese preciso instante.

Comentarios