Cómo se juega a lo prohibido

Una vez la quiso. Hace ya bastante tiempo de eso, pero estaba seguro de que era ella. Una chica que a sus ojos era perfecta, pero claro, en lo que respecta al amor, siempre hay un momento en el que se deja de estar ciego, y para él hacen ya cinco meses y treinta días que dejó de estarlo. Cuando, al levantarse un día a su lado, no la vio perfecta, sino una más. Guapa, sí; pero no era ella. Su silueta no hizo que le temblaran las piernas, sus besos no le aceleraban el pulso. De repente vio la mentira que había estado viviendo, pero no quería dejarla, sabía que si una vez había conseguido enamorarlo, lo haría de nuevo. Sólo eran las nueve y media, aún quedaba mucho día por delante para volver a la normalidad. Pero, ¿y si no lo hacía?
Por lo visto, no lo consiguió, y de repente, ambos se encontraron solos. Él se dio cuenta de que sí la quería, que no podría vivir sin ella; ella, no volvió a amar, empezando por dejar de quererle a él, lo cual tardó seis milésimas de segundo en ocurrir después de que él cerrara la puerta. O eso creía ella.

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