Sin que sirva de precedente

Después de todo te esperé. Allí, en la estatua, pensando, ilusa de mí, que a lo mejor venías. Estuve un cuarto de hora más, todo lo que el metro y cualquier imprevisto puede permitirse de margen. Pero claro, a los quince minutos comprendí: no te habías ido sin más para venir aquí, sino para ir allí, con ellos (después desmentí que hubiera sido tal cosa). Así que yo ahí sentada, muerta de celos porque evidentemente sabía lo que pasaría si quedabas con ellos, me fui.
Lo cierto es que... en fin, tengo asumido lo de que probablemente no vuelva a haber algo entre nosotros, incluso lo llevo bien (dentro de mis límites fácilmente rompibles), aunque por supuesto me duele, cosa que no pienso admitir delante de la gente, sería demasiado abierta y a mí me va el ser una encajada. Nunca fui una persona de enfados... o al menos de enfados largos, por supuesto que me enfado, y mucho, pero pocas veces me han durado más de dos días. Ahora ni siquiera estoy enfadada, nunca lo he estado, pero jamás voy a permitir que me hablen como tú me has hablado esta tarde, puedo hacer con mi cuerpo lo que quiera y tú no eres quién para oponerse, aparte de que no tenías motivos de peso para discutirme nada, pues no pasó nada. Pero sigue pensando lo que quieras, si así eres feliz, por mí perfecto.
Por cierto, yo también te echo de menos.

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