Empanemos filetes y demás cosas empanables

Mientras mamá y el abuelo discuten sin parar sobre la putrefacta comida de la residencia, me he puesto a mirar esa pésima revista de cotilleos llamada Pronto, datada de principios de septiembre. En ella, entre la duquesa de Alba y Belén Esteban, había un reportaje sobre la visita del papa a España. En un principio no me llamó la atención lo más mínimo, pero quería contrarrestar los gritos de mi madre así que me puse a leer los pies de foto con el fin de reírme un poco de esos pobres desgraciados que no tenían nada mejor que hacer que amontonarse para no ver a un señor al que no se le entiende ni una sola palabra. De repente vi un nombre, un lugar, Cuatro Vientos, ¿de qué me sonaba a mí ese sitio? Claro, él había estado allí junto a todos esos pobres desgraciados, allí conoció a la persona con la que ahora se me compara. Todos tenemos alguien con quien comparar, él con ella, yo con él, no tengo otra opción.
Necesita sentirse querido, yo no sé querer, pero pese a todo... estoy empanada por él y tengo la extraña sensación de que él lo está por mí.

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