Llaves antiguas que no tienen puertas que abrir

Se sintió tan mal como el día que leyó sus palabras... quería llorar, quería gritar, quería desaparecer de aquel mundo de césped verde y hojas marrones, un regalo material que por un momento imaginó tener muchos significados inmateriales estaba desaparecido en la inmensidad de aquel prado finito y no pudo encontrarlo por mucho que deseó hacerlo. Ahora lee de nuevo esas frases que escribió en un momento indeterminado, sintiéndose una persona horrible porque después de todo lo era, no sabía querer y lo sabía, era una orgullosa sin corazón y lo sabía, mentiría antes que demostrar sus sentimientos y aunque le dolía lo sabía, lo peor de todo era que no podía hacer nada por evitarlo. No debería estar así, simplemente no debería estar, lo mejor que podía hacer era desaparecer para no hacer sufrir más a las personas que quiere, no quiere hacerlo, todo empieza como un simple juego de "sí, no, sí, no" y terminamos viéndola llorando en la azotea desconsoladamente por una nueva relación caracterizada por no haber funcionado; siempre por su culpa, claro. No estaba hecha para amar, eso era algo que no hacía falta demostrar.


-Dios aguarde mi alma pues ya sólo deseo la muerte y la firmeza del saber que no me preocuparé de los amores pues ellos no lo hacen de ti. Acabarás sufriendo y acabarás imperturbable, tanto que cuando te llegue de verdad el amor de tu vida, llamará a tu puerta pero no le abrirás pues no lo reconocerás.-dijo él, y dos lágrimas cayeron por sus mejillas por segunda vez.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
La tienes todavía, todo depende de ti pues ya te lo di hacia ya tiempo. El dilema es: ¿sabrias usarla?
Yo confio en que si...