Una hora sin saber que hacer

Era última hora y todos se habían ido ya. El día anterior nos habían dado un papel que nos permitiría salir una hora antes, pero yo sabía que no le iban a dejar. Le escribí un mensaje preguntándole si al final había logrado convencer a sus padres para que se lo firmaran, me fui a la piscina y a la vuelta miré otra vez el correo. Sólo eran dos palabras. Que va. Fue suficiente para mí. Guardé el papel en la carpeta para no verlo e hice como si el día siguiente fuera a ser un día normal.
Pasaron las cinco primeras horas normales y corrientes, aunque yo había dicho que se me había olvidado dárselo a mis padres, con lo cual la reacción de la gente fue "tángate, tángate". Me lo estaban poniendo difícil, pues sabía que no habría problema ninguno en ello, pero lo había hecho por él, y no pensaba dejarle tirado. Cuando terminó alternativa y salimos de la clase, vi como uno a uno, todos salían por la puerta principal. Me entraron ganas de irme con ellos, pero estaba completamente inmóvil, así que solo pude reaccionar cuando le vi yéndose para una clase. Nos metimos en el aula 2. Él se sentó y yo me puse a dar vueltas por la clase, aunque al poco me senté en la mesa que tenía al lado. Estuvimos hablando toda la hora, aunque yo en realidad tenía unas ganas tremendas de besarle, aunque pasaba de acercarme a él a más de veinte centímetros. Sonó el timbre, que corta se me había hecho aquella hora, no habíamos parado de hablar. Se acercó a la puerta para abrirla, giró el pomo hacia abajo pero justo en ese momento le cogí de la camiseta para que me mirara y le besé. Fue sólo un pico, puede que ni siquiera eso, pero me encantó. En vez de separarme de él le abracé, me dio por ahí, y para mi sorpresa él me correspondió en aquel abrazo. Me dijo "no hay manera, eh" a lo que yo le respondí que no, me reí, me separé de él, le dije hasta mañana y salí por la ventana que daba al patio lo más rápido que pude para no tener que cruzarme más con él.
En realidad, el "beso" no fue más largo porque me daba miedo que alguien nos pillara. En fin, estábamos solos en una clase, ya había sonado el timbre y había como cien personas fuera, y cualquiera de ellas podría haber abierto la puerta y pillarnos en pleno morreo, lo cual no me apetecía lo más mínimo.

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